miércoles, 10 de septiembre de 2008

Filmax...presenta



Mi memoria de los años infantiles nunca fue demasiado buena. Supongo que aquellos momentos que mas me impactaron son los que aún perduran.

Por ejemplo, la primera película que recuerdo (no digo que fuese la primera que viese) fue Los siete magníficos, la que además siempre he asociado con la figura de mi padre pues él me llevó al cine Marina, uno de tantos cines de doble sesión que abundaban por aquellos años en España.

Pero es que además mis primeros recuerdos cinematográficos siempre han ido asociados con circunstancias que me resultaban extrañas. La diligencia, de John Ford, durante muchos años me pareció una tomadura de pelo por lo corta que era, hasta que un día descubrí que ¡me había dormido en el cine!.

Otra anécdota y esta aún me intriga, es una secuencia que me impactó tanto que no me he desembarazado completamente de ese "fantasma". La imagen se centra en un jardín oscuro iluminado solamente por la luna llena y con estatuas de piedra blancas. Supongo que me debí aterrorizar tanto que aquella imagen se grabó con mas fuerza de la normal en las neuronas de mi cerebro. Sin estar seguro establezco una asociación con El manantial de la doncella de Bergman y reconozco que sería fácil confirmarla o desmentirla viendo la película. Pero, la psicología freudiana supongo que tiene estas cosas...

Pasando por el cine cómico de las sesiones sabatinas de mi colegio cuyas figuras estelares eran Jaimito y El gordo y el flaco, las películas de Disney, entre las que me impactó especialmente la escena de las gárgolas y el cuervo de La Bella durmiente, y las de Marisol, de la que, inevitablemente y como todos, me enamoré, llegué en años juveniles a las pelis de Bond con sus chicas incluidas y supongo que más de un que otro corte. Las veía con un compañero de La Salle y su familia en el cine Barcino, en la platea y siempre me llamó la atención como podía seguir las películas su abuela, sorda como una tapia.



Estos fueron mis primeros escarceos con el cine, al menos los que yo recuerdo. Luego vinieron otros, en ocasiones más
afortunados y en otras menos, pero siempre distintos a los que siguen estando ahí, en mi retina.

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